Comenzamos contando un poco de su historia: la edificación se comenzó a construir en 1934 para albergar un hotel que formaría parte de la Ciudad Montaña de Agramonte.
Este proyecto fue impulsado por el Gobierno de la República, que concedió el permiso al Ayuntamiento de Tarazona de explotar el parque natural del Moncayo con fines turísticos entre otros.
El proyecto nunca se llegó a poner en funcionamiento debido al inicio de la Guerra Civil. En 1938 la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza adquieren al Ayuntamiento de Tarazona el edificio del hotel para transformarlo en un sanatorio de tuberculosos y enfermedades del tórax. La gestión del sanatorio la realizan las Hermanas de la Caridad de Santa Ana.
El sanatorio estaba dedicado fundamentalmente a mujeres, aunque en casos específicos se atendía a hombres y niños.
El cierre definitivo del sanatorio fue en 1978.
Tras un poco de historia, comienza nuestra visita. El exterior del edificio está caracterizado por las numerosas ventanas y cuarterones verdes a los cuales les basta un poco de viento para generar múltiples ruidos que pondrian los pelos de punta al recorrer los largos pasillos del sanatorio, si no fuese porque el lugar parece una romería. Durante nuestra estancia nos encontramos con numerosos visitantes que cámara en mano parecían compartir nuestro interés por el lugar. Por suerte no encontramos a nadie que estuviera intentando destrozar lo poco que queda en pie.
Comenzamos la visita accediendo al edificio a través de la puerta del hotel original, y continuando hacia los pasillos del sótano.
Continuamos recorriendo en penumbra los misteriosos pasillos del sótano, los cuales solo están iluminados por unos pequeños lucernarios.
La siguiente habitación parecia haber sido un teatro o sala de reuniones, decorada con pinturas infantiles y lúgubres flecos en el techo.
De la cocina sólo queda la campana y unos pocos muebles.
Del resto del sanatorio poco queda. Lo recorrimos completamente, intentando identificar que sería cada habitación, pero era casi imposible. Recorrimos largos pasillos y galerías de aireación-insolación intentando encontrar algun rastro de lo que fue.
En las habitaciones sólo quedan los armarios y casi es imposible encontrar alguna cama.
Una pequeña cocina que aún contaba con armarios, calderines y un montacargas.
Bajamos a oscuras a un semisótano donde se encontraban algunas de las calderas.
Subimos a la primera planta.
Las largas y características terrazas de los sanatorios de tuberculosos. Allí los enfermos salían a tomar el aire fresco y el sol durante sus largas estancias en el centro. Antiguamente cubiertas por unos toldos, hoy sólo queda el soporte.