Seguramente dejar perder una casa nos parecerá algo impensable. Cómo puede ser que después del esfuerzo de una vida al final todo acabe siendo presa de los vándalos y del olvido. En nuestras exploraciones nos hemos encontrado esta paradoja muchas veces y el culpable en última instancia siempre es el mismo: el tiempo.
Con el paso del tiempo todo cambia. Unos envejecen, otros abandonan el hogar familiar para emprender una nueva vida, suceden imprevistos... Combinando estos factores cuántas veces una casa acaba siendo poco más que un cascarón vacío donde los recuerdos de los que pasaron allí su vida poco a poca van desapareciendo.
Y ahora en estas casas también aparecemos los exploradores.
Nunca deja de sorprenderme que los dueños dejaran su casa con la cocina como si la fueran a usar para cenar dentro de un rato.
Otra casa, otra historia diferente pero igual. Llega un momento en el que ya nadie quiere volver, tal vez este hogar haya acabado en un limbo legal o en una ratonera de herencias.
Los armarios, aquí los recuerdos duran más porque los amigos de lo ajeno no son tan amigos de la ropa.
... y aquí tenemos dos sillas en las que podemos sentarnos a esperar a que alguien reclame esta casa o que el olvido se la lleve definitivamente.
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