Nuestra primera parada es la Azucarera de Calatayud.
Es una de las dos azucareras que se construyeron en la ciudad entre 1899 y 1900, la otra siendo la Azucarera Labradora. En aquel momento se vio una gran oportunidad de negocio con la remolacha, por lo que se abrieron numerosas fábricas. Una de ellas es la de Alagón, que visitaremos después. En pocos años un mercado muy competitivo y saturado hizo que se creara la Sociedad General Azucarera de España. Con este organismo se reestructuró todo el sector obligando a sembrar menos remolacha y a integrar en esta sociedad a todas las azucareras. El resultado fue que en Aragón cerrasen dos azucareras: la del Rabal y la Labradora de Calatayud.
Nuestra visita es a la Azucarera de Calatayud, que sobrevivió a aquella época de cambios pero que hace mucho que fue abandonada. Poco se ha podido reconstruir de su historia, aparte de un hecho trágico que sucedió el 5 de diciembre de 1914, cuando el hijo del mecánico jefe falleció cuando se enganchó en la transmisión principal de la fábrica. Para cuando los obreros pudieron parar la maquinaria ya era demasiado tarde.
El otro detalle de su historia es que en 2006 fue declarada BIC, pero parece que eso no ha servido de mucho.
Nuestra visita comienza frente al edificio principal de la fábrica. Lo que más nos llama la atención es la enorme chimenea.
Curiosamente, se podía acceder al interior de la chimenea. Como muchas veces pasa con las viejas chimeneas abandonadas, ahora es el lugar perfecto para un gran nido de cigüeñas.
En el interior poco queda que nos dé cuenta de lo que allí se hacía. No quedan restos de maquinaria en la gran nave.
El bloque de oficinas nos resultó totalmente inaccesible, así que no pudimos hacer más que seguir nuestro camino hasta el siguiente punto de la ruta: Alagón.
Esta vez nos encontramos un conjunto mucho más grande. Fue creciendo con el tiempo a medida que se iban necesitando nuevos edificios, y su aspecto poco tiene que ver con la de Calatayud.
La Azucarera de Nuestra Señora de las Mercedes comenzó a funcionar en 1903, también durante esos años de gran expansión del negocio del azúcar. Sobrevivió a la crisis de 1904-1905, y siguió fabricando azúcar hasta 1975. En ese momento se desactivó buena parte de la fábrica, y sólo continuó la sección de estuchado, que se ocupaba de envasar el azúcan en diferentes formatos como sacos, paquetes, azucarillos, etc. Esta actividad duró hasta el cierre definitivo en 1993.
Desde su cierre ha quedado abandonada, y de hecho tuvo lugar un incendio en 2004 que pudo ser controlado. Seguía siendo propiedad de Ebro Puleva, hasta que el ayuntamiento compró los terrenos con intención de construir unas 800 viviendas en 2006 (en plena burbuja inmobiliaria), además de diversos equipamientos públicos en el resto de edificios. El proyecto encontró cierta oposición por parte de aquellos que defendían que la azucarera se conservase como el edificio singular que es, pero el principal problema era financiar tal proyecto. De esta manera la idea se abandonó y fue declarada como BIC al año siguiente, en 2007. Al igual que en Calatayud, esto no ha servido para conservar mejor esta pieza de patrimonio industrial.
El conjunto tiene un área total de casi 10 hectáreas (100.000 metros cuadrados), y se sitúa junto a las vías del tren. Sólo la nave principal tiene 13.000 metros cuadrados, lo que da una idea del tamaño de los edificios.
Nueestra visita comienza en la explanada exterior, donde quedan los resto del transformador es estilo neomudéjar.
El primer bloque en el que entramos todavía conserva parte de la maquinaria. Al contrario que en el resto de la azucarera, no hay mucho espacio y la mayor parte de las máquinas están sobre nuestras cabezas.
También encontramos una parte menos agobiante porque ya no hay tejado, aunque todavía siguen ahí las bocas de los hornos.
Después pasamos a la nave principal. No es habitual entrar en un edificio de más de una hectárea de superficie, y de hecho la sensación es casi como de estar en el exterior.
Después pasamos a la segunda parte de la nave principal, y es un lugar que nos impresionó. Primero por el mal estado del tejado y el peligro de desprendimientos, pero también por la cantidad de nidos de cigüeña en lugares imposibles.
Fijándonos un poco más en los nidos y desde una posición segura vimos que una de las cigüeñas había quedado enganchada en una cercha, algo que tampoco es habitual.
Después salimos de la nave principal para llegar hasta otra nave más pequeña. En ella todavía se conservan algunas columnas metálicas.
También pudimos tener otra vista del enorme exterior de la fábrica.
Nuestro siguiente destino fue el almacén. Es un edificio curioso, porque es una nave muy larga y estrecha. La estructura del tejado es de madera. Sin duda se trata de un edificio industrial singular, algo que merece la pena conservar.
La última parada fue una de las viviendas. Era muy habitual que las azucareras tuviesen un buen número de viviendas en su recinto, y ésta no es una excepción. Por desgracia el lugar había sido bastante vandalizado.
Con eso terminamos nuestra visita a estas dos azucareras. Nuestra impresión final es que son edificios que nos cuentan una parte importante de la historia del S. XX, y que quizá se hubieran podido conservar mejor. Actualmente sólo les queda resistir el paso del tiempo lo mejor que puedan.