El origen de esta cripta lo tenemos que buscar en otra cripta. Cerca de Bruselas, en Laeken, se construyó en 1878 una gran cripta de múltiples galerías para aumentar notablemente la capacidad del cementerio. La idea se tomó de las criptas existentes en España, Portugal o Italia, siendo este último un país famoso por sus numerosos osarios, criptas y construcciones funerarias.
Siguiendo el modelo de Laeken en 1885 se construyó la cripta del cementerio de Namur. Se convertiría en la cripta más grande de toda la Región Valona. En este caso se trata de una cripta de 3 galerías con forma de T y con una capacidad de 400 sepulturas en cada una. Las dos galerías que conforman el trazo horizontal de la T se corresponden con una calle del cementerio, donde se sitúan las lápidas de los enterrados en la cripta. De esta forma los familiares podían ir a visitar a sus difuntos sin necesidad de bajar a la cripta. El trazo vertical de la T sí que se pensó para recibir visitas, ya que en esta zona las sepulturas sí que fueron atendidas por los familiares de los difuntos.
Pero pronto aparecieron los problemas. Las criptas del sur de Europa no se adaptaron bien a la humedad del norte, y se deterioraron rápidamente. Mientras en el sur de Europa estas construcciones veían cómo pasaban los siglos, en Bélgica hubo que cerrar las criptas por su mal estado. Concretamente la cripta de Namur se cerró a finales de los años 80 del S. XX.
Pese al deterioro la ciudad de Namur ha decidido conservar la cripta por su valor. Se ha llevado a cabo un estudio para catalogar todos sus elementos, desde las propias galerías hasta el singular edificio de entrada. Incluso se contempla restaurarla y volver a utilizarla como lugar de enterramiento.
Para visitarla es FUNDAMENTAL pedir permiso en el ayuntamiento. Por desgracia ha habido casos de "exploradores" que han preferido hacerlo a las bravas, y al parecer eso ha dañado un lugar tan delicado como éste, en el que no podemos perder de vista que están enterrados los seres queridos de alguien. En nuestro caso tenemos que dar las gracias al personal del ayuntamiento que hicieron todo lo posible por concedernos el permiso para poder entrar, y desde aquí les mandamos nuestro reconocimiento.
Ya en el cementerio, un trabajador nos llevó hasta la entrada de la cripta. El paseo que llega hasta ella está flanqueado por unos gingkos. En aquel momento conformaban un precioso paisaje otoñal.
Primero exploramos las galerías laterales. Si con iluminación moderna son tétricas, cómo debieron ser a finales del S. XIX...
Después de pasar un largo rato en este lugar tan oscuro salimos de la cripta y visitamos el resto del cementerio, que también tiene una historia que contar. En él descansan muchos combatientes de las dos Guerras Mundiales.